Parásito, la lucha de clases

 

Corea del Sur se ha caracterizado por realizar películas maravillosas como Old Boy (Chan-Wook Park, 2005), Train to Busan (Yeon Sang-ho, 2016) y Mother (Bong Joon-ho, 2009), por lo que no es una sorpresa que Parásito (Bong Joon-ho, 2019) se haya llevado la Palma de Oro en el Festival de Cannes. Para nuestra inmensa fortuna, esta película está en todas las salas de cine mexicanas. Si no la han visto, recomiendo que, uno, vayan a verla, y dos, dejen de leer este artículo, pues contiene ***SPOILERS*** y no quiero cargar con sus traumas.

Con eso aclarado, empecemos.

Además de enormes actuaciones y un guion ingenioso, es increíblemente refrescante encontrarte con películas que hagan críticas sociales tan duras desde un género poco común. Estamos acostumbrados a que sea el drama, y no la comedia o el humor negro, el que señale los vicios de la sociedad, pero Parásito lo hace rompiéndote de la risa, aunque al final salgas con una sensación de tristeza y vergüenza que nada tiene que ver con la diversión de una hora atrás.

La tristeza, por supuesto, llega de la mano de ver cómo una familia que comienza, si bien no feliz y en el privilegio, sí unida,  termina fragmentada por la muerte, la soledad y la pobreza. Pero es la vergüenza el sentimiento que te persigue todo el tiempo, cuando la película ya terminó y pasas al baño a vaciar la Coca Cola que te tomaste, porque aunque difícilmente uno de nosotros se puede identificar con la opulencia de la familia adinerada de la película, también es cierto que pocos estamos en la situación de la familia “parásito”. Da vergüenza incluso comprar un boleto de cine y pensar que, mientras tanto, la lucha de clases ocurre y no eres tú quien está llevándose los peores golpes. La pobreza es una realidad que no te está tocando tan fuerte. No si estás comiendo palomitas en el cine.

Pero hablemos de la película. A pesar de que la primera hora la pasas riendo de lo lindo, poco a poco ves cómo la historia te va dirigiendo hacia la desigualdad, hacia lo injusto de la sociedad y hacia la jerarquía que existe entre las clases. Cuando iba en primaria, recuerdo que en clase de historia me enseñaron que la diferencia entre casta y clase social es que en la segunda podías subir o bajar, mientras que la primera era inamovible. Nacías donde nacías y ahí morías.

Esto es mentira. La diferencia entre casta y clase no es más que la manera en la que son percibidas, una desde puntos de vista religiosos y espirituales y la otra desde “lo económico”, pero al final, ambas son verticales, ambas son jerárquicas, ambas son desigualdad y ambas son miseria para el que está abajo.

Esto se ve plasmado todo el tiempo en la película. En cada cambio de escena, mientras vamos intercalando entre la mansión de una familia y el apenas hogar de la otra, entre el asfalto liso de un lado y las calles llenas de baches y orines de otro, el silencio privilegiado de un barrio y el ruido del otro, un ruido que refleja trabajos informales, puestos ambulantes y comida callejera. Lo vemos cuando huyen hacia su casa mientras llueve, y bajan infinidad de escaleras, siendo la metáfora perfecta de el lugar al que la sociedad dicta que pertenecen: un hueco en la ciudad que se inunda y se llena de mierda.

La escena donde arman cajas de pizza es más significativa de lo que parece, pues hace referencia al trabajo en serie, ese de fábrica, a la revolución industrial, que veía por la producción en masa y no por el bienestar de los empleados. Un trabajo mecanizado y deshumanizado. Incluso mientras miran un tutorial en el celular para armarlas de forma más eficiente, el padre tiene la mirada perdida, haciéndolo de forma automatizada. Como si fuera un robot.parasite.jpg

Cuando les devuelven las cajas de pizza mal dobladas y no les pagan, en realidad estamos viendo al dueño del capital negarle su paga al obrero.

La trama general de la película es sobre cómo una familia de bajos recursos busca la manera de ingresar a la casa de una familia opulenta robándole el trabajo a otros, ya sea por medio de un chisme, fingiendo una profesión y hasta enamorando a la hija. Al final, todos trabajan para la familia rica y viven de ella, como “parásitos”.

Y ocurre así, entre trampas y mentiras, poniéndole el pie al otro para poder tener comida en la mesa. Cuando la antigua empleada doméstica regresa a salvar a su esposo y entre todos pelean, de una manera tragicómica nos muestran cómo la lucha de clases es propia del orden político. La búsqueda de progreso ocurre solo abajo, en ese sótano del cual la familia acomodada ni siquiera está enterada.00-parasite-film-review-GQ-October-101119.jpg

La imagen más fuerte, tal vez, sea esa donde el esposo de la antigua empleada doméstica reverencia al jefe de familia, y le prende la luz conforme él avanza por la casa. La idea de que la clase alta funciona si, y solo si, la clase baja trabaja desde lo más profundo del estatus social, es reveladora, escalofriante y triste. Esa clase que, para el jefe de familia rica, huele a mierda. A trapo, a comida vieja.

Es ese comentario el que, de alguna manera, oprime el botón que va a cambiarlo todo para el padre de la familia pobre. Cuando se da cuenta de que, en realidad, él no es un parásito, aunque haya robado un trabajo, aunque haya mentido a una familia, en realidad él ha seguido trabajando, ofreciendo un servicio a alguien que en el fondo lo desprecia. Que le pide que haga cosas ridículas como vestirse de indio en una fiesta de cumpleaños, “solo porque se le va a pagar”. Así funciona el mundo capitalista: si se te paga, lo haces, y esto funciona para los cuerpos de las mujeres que se prostituyen, para la fuerza agotada de obreros, para las trabajadoras domésticas, no importa cuánto y no importa qué; si se paga, se hace.Parasite_film.png

Después de muchas risas, cuando estás muy cómodo y divertido en tu butaca de cine, la película te da la estocada final: el hombre pobre mata al hombre rico, reproduciendo y haciendo que se cumpla ese fundamentalismo del resentimiento social, ese que dice que el pobre odia al rico.

El resentimiento no es fortuito; hay una razón de ser y durante toda la película nos lo van mostrando poco a poco, que la gente rica en realidad explota a la gente pobre, que una luz se prende por el esfuerzo de las clases bajas, que la fuerza de trabajo en realidad es la que mueve al mundo pero no la que recibe la paga.

Que los parásitos son la clase alta, que vive a costa del trabajo de la clase baja.

Después de ese final tan desolador, donde la hija estafadora es asesinada (por alguien de clase baja, también), donde el padre queda encerrado en esa casa lujosa, apenas robando comida de vez en cuando, siendo un fantasma, donde madre e hijo luchan por sobrevivir solos, ya no te quedan ganas de reír. Solo quieres esconder la cara porque sabes que, de alguna manera, eres parte de ese enorme mecanismo que no permite que las cosas se igualen, eres parte de esa rueda que no permite que los estatus sean iguales, pues es físicamente imposible que la parte alta de un círculo esté al mismo nivel que la parte baja. Eso es el capitalismo, una rueda, pero estancada y atorada, pues esta nunca girará de modo que lo de abajo pueda alcanzar a lo de arriba.

Rompamos la rueda y que se caigan los parásitos.

Un comentario sobre “Parásito, la lucha de clases

  1. Me encantó esa mirada sobre que los parásitos son realmente los de clase alta. La facilidad que tiene el cine para transmitir conceptos tan fundamentales y difíciles de comprender simplemente no deja de sorprenderme.

    Buena reseña, de verdad muy buena🙏

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